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Escuela en Padre Las Casas ganó «Premio Nacional al Olvido» y es vergüenza nacional
En una apartada comunidad de Padres Las Casas -llamada «El Gramazo»- hay una escuela de ficción que tiene a veintitrés jóvenes perdidos en un limbo escolar: hace dos años terminaron el séptimo curso y ahora no tienen a donde ir porque el centro, que tiene una matrícula de 92 alumnos, no cuenta con más grados.
Para llegar a esta escuelita, se toma tres horas a pie y a casi dos a caballo, y hay que cruzar Arroyo Hondo –situado en una hondonada– y el río Yaquecillo frontera entre Azua y La Vega– y atravesar las comunidades La Paila y Corralito para llegar hasta allí.
Es una vergüenza nacional que esta escuela, que opera con el código 00491 y está situada en el mapa de las decisiones oficiales, a veces ni tizas tiene. A fuerza de esperar, la esperanza se ha vuelto un desecho entre los hijos de la montaña.
Juan Bautista (Onel) Taveras, profesor y director del centro educativo ha luchado, reporte a reporte, por mejorar las condiciones de su escuela y nada ha conseguido. Al inicio del pasado año escolar pidió, una vez más, a sus superiores, que están sentados en las lejanas oficinas del Distrito Educativo 03-02, de Padre Las Casas, sillas para sentar a sus alumnos y la respuesta fue la misma de siempre: no hay.
Los funcionarios del Distrito Educativo 03-02 -del que depende El Gramazo- dispusieron el inicio del Octavo Grado este año escolar 2016 -2017 pero sin disponer de un maestro, es decir, utilizando a los tres que están en el lugar. Pero con la cantidad de grados que ya tienen sobre sus hombros, esa decisión abre más preguntas que respuestas.
“El octavo es un grado que tiene demasiada responsabilidad porque luego (los alumnos) van a Pruebas Nacionales, y eso es muy serio”, dice (Onel) Taveras.
El premio nacional del olvido
La escuela de El Gramazo se ganó el premio nacional del olvido y la desatención que conceden las autoridades a las comunidades apartadas. El desprecio ha sido su herida. En 2013, tras largos años penando detrás del Ministerio de Educación, se dispuso su construcción, a un costo de 16 millones de pesos.
La ingeniera Angela Caraballo, contratista de la obra, subió varias veces a la zona y midió el terreno donado por la comunidad. El alcalde Alcides De la Rosa gestionó un buldozer en el Ayuntamiento de Constanza para mejorar el camino por el que subirían los materiales para la construcción. Pero una sorpresiva decisión de Educación dio marcha atrás a la iniciativa y le quitó los fondos y con ellos construyó una escuela en Guayacanal, de Azua.
Un año después, en 2014, la escuela de El Gramazo fue incluida de nuevo en la agenda de las construcciones escolares, ocasión en que fueron destinados 24 millones de pesos para levantarla. Y nuevamente se la quitaron, esta vez para construir un centro en la comunidad de Gajo de Monte.
Los habitantes de la montaña piensan que el maleficio de El Gramazo es la lejanía. Recuerdan que los encargados de las obras en cada caso alegaron la distancia y las malas condiciones de la carretera como dificultades para subir los materiales de construcción, lo cual generaba costos inmanejables que no estaban previstos en el presupuesto de la escuela.
“Si las autoridades educativas no toman la decisión de mandar un maestro y habilitar el octavo curso con todas las de la ley, la situación se puede agravar de año en año y cada vez será mayor el número de estudiantes sin escuela”, advierte Alcides de la Rosa, el alcalde pedáneo, que también tiene un nieto en la escuela.
Y acostumbrado a no recibir respuesta de nadie, pregunta: “¿Con la situación de esta escuela, dígame usted cuál será el futuro de nuestros hijos, cómo será la vida que les espera?”.
El pasado 13 de marzo, cuando los pueblos de la cordillera se levantaron de su viejo letargo y realizaron una larga cadena humana para pedir al Gobierno que les preste atención, los jóvenes del limbo educativo y sus padres estuvieron en la primera línea de la manifestación.