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Duarte más allá del simple recuerdo

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Duarte más allá del simple recuerdo

Muchos hombres y mujeres han dejado el sello del patriotismo y del heroísmo en la geografía de América Latina; muchos han sembrado el amor a la libertad, muchos han abonado con sangre sagrada el suelo de su patria y se han convertido en símbolos y fuentes de inspiración para las generaciones sucesivas.

El contexto histórico, social y cultural en el que cada ser humano se desarrolla, lo hace asumir la vida de maneras diferentes:

-Hay quienes dedican muchas horas de sus días a la patria
-Hay otros que son indiferentes
-Hay quienes crean perjuicio a la patria, la traicionan, la humillan o la venden

Juan Pablo Duarte perteneció a los primeros, a los que dedicaron muchas horas de su vida a la patria.

A pesar de ser descendiente de padre y madre de buena posición económica, como lo eran don José Duarte y doña Manuela Diez, Duarte lo sacrificó todo por la libertad y el bienestar de su pueblo. Esto lo decimos porque la experiencia actual nos dice que raras veces la gente que posee riquezas materiales anda preocupándose por los demás.

En 1821, José Núñez de Cáceres proclamó la Independencia, expulsando a los españoles de Quisqueya, pero un año más tarde, 1822, ocurrió la bochornosa ocupación del ejército haitiano que duraría hasta el 1844.

Un trastorno lamentable que descompone los cálculos de los padres de Duarte con respecto a su educación, y los obliga a enviarlo a Europa a continuar sus estudios; en 1828 sale en compañía de Pablo Pujol rumbo a Barcelona donde se radicó. Era un adolescente de 15 años, pues había nacido el 26 de enero de 1813.

En el viaje se detienen en los Estados Unidos donde el muchacho se dedica a estudiar Inglés y Geografía Universal, igualmente, aprovecha su estadía en Francia para aprender Francés. En España estudió filosofía y otras áreas del conocimiento.

Los estudios realizados en Norteamérica y Europa, el contacto con estas culturas y el haber observado y conocido los procesos de luchas libertarias en otras regiones del mundo y compararlas con la realidad que se vivía en la República Dominicana, le hacen crear una conciencia nacionalista.

Veinte años tenía Duarte cuando regresó al país, a finales de 1833.

Había aprendido en Europa, además de diversas ciencias e idiomas, el arte de la guerra y la conspiración, movido por el anhelo de liberar su patria.

No se le ocurrió quedarse en el extranjero como otros tantos dominicanos acomodados, para huir de la situación del país, sino que retornó al terruño amado para liberarlo de la esclavitud y fundar una república soberana.

Los niveles de conocimiento y conciencia adquirida lo ubican como uno de los jóvenes más distinguidos de Santo Domingo. Duarte sabía que ejecutar un proyecto de independencia no eran tarea de una sola persona, por eso se auxilia de un grupo de muchachos contemporáneos.

Su casa y el establecimiento comercial de su padre quedaron virtualmente convertidos en escuela, ateneo, tertulia y trinchera revolucionaria. Los muchachos más inquietos lo consideraban su jefe y su maestro. Él era una voluntad realizadora, un optimista y provocó la decisión heroica en ellos.

Cuando advirtió que ya era tiempo, se dispuso a dar forma orgánica al grupo, planteó la constitución de una sociedad secreta. Esta se llamaría “La Trinitaria”,  fundó además otras organizaciones juveniles como “La Filantrópica” y “La Dramática”. Cada una realizaba actividades particulares, pero todas orientadas al mismo propósito: crear la conciencia nacional y el compromiso para el proyecto de independencia, que finalmente lo logran el 27 de febrero de 1844.

A Duarte, hoy al igual que ayer hay que convertirlo en bandera de combate contra:

-La corrupción estatal y social
-Contra el pesimismo
-Contra los que hieren la democracia
-Contra los que frenan la participación colectiva y popular
-Contra los que se apropian de las instituciones
-Contra los que trafican su memoria
-Contra los negociadores de conciencias.

Duarte ha de estar más allá del simple recuerdo. Hay que rescatar el Duarte joven que nos inspira caminar firmes a las escuelas y universidades; a ser solidarios y decentes.

La juventud de hoy debe imitar su obra, la que inició desde la adolescencia.

Es preciso recordar que Juan Pablo Duarte se convirtió en PADRE de la PATRIA con apenas 31 años de edad. Por tal razón, dibujarlo o esculpirlo en estatuas siempre como un anciano sereno y callado, si es por ignorancia, es un grave error y si es con marcados propósitos, es un crimen.

El autor Orlando Reyes es periodista y lingüista.

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